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10 de mayo: Más que amor, fuerza que transforma

Por: Editorial UNICLA

El inicio de una tradición
En 1922, el periodista Rafael Alducín promovió la celebración del Día de las Madres en México, iniciativa respaldada por figuras como José Vasconcelos. En un contexto de debate sobre los derechos reproductivos, la Iglesia católica impulsó esta conmemoración como una forma de exaltar el rol tradicional de la mujer como madre y cuidadora del hogar (UNAM Global, 2025). Así, el 10 de mayo nació como una fecha que reforzaba modelos conservadores sobre la maternidad. No obstante, con el paso del tiempo, esta celebración fue adquiriendo un matiz más afectivo y social, convirtiéndose en un día de homenaje y agradecimiento.

Sin embargo, más allá de los regalos y los gestos simbólicos, esta conmemoración debe invitar a una reflexión profunda sobre la pluralidad de experiencias que representa la maternidad. Resignificar el 10 de mayo implica reconocer no solo los desafíos sociales, laborales y emocionales que enfrentan las mujeres en esta condición, sino también comprender cómo la idea misma de maternidad ha cambiado con el tiempo.

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Fuente: Exelsior

Maternidades: evolución de un concepto
A lo largo de la historia, el concepto de maternidad ha evolucionado junto con los cambios sociales, culturales y económicos. En las primeras civilizaciones, la mujer era exaltada como dadora de vida y asociada a la fertilidad de la tierra. Con la llegada de la tradición judeocristiana, se impuso una visión en la que la mujer era considerada complemento del varón y se le asignó un rol casi exclusivo dentro del hogar.

Durante el siglo XX, estas ideas se consolidaron en lo que se conoce como “maternidad exclusiva”, que plantea que la presencia constante de la madre es insustituible para el desarrollo infantil. Posteriormente, surgió el modelo de “maternidad intensiva”, caracterizado por una entrega total y permanente al bienestar de los hijos, dejando poco espacio para el desarrollo personal de la mujer (Molina, 2006).

Si bien estas visiones nacen del interés por el cuidado infantil, también han impuesto estándares inalcanzables, generando tensiones entre las expectativas sociales y los proyectos individuales de vida. De ahí la importancia de cuestionar los modelos tradicionales y abrir espacio a nuevas formas de reconocimiento que vayan más allá del discurso idealizado.

Del homenaje simbólico al reconocimiento real
La celebración del Día de las Madres en México, aunque significativa, suele centrarse en un ideal romántico de la maternidad, asociado con la abnegación y el amor incondicional. Este enfoque simplista deja de lado las distintas maneras en que las mujeres viven y ejercen el cuidado. Para avanzar hacia un reconocimiento genuino, es fundamental entender que no existe un único modelo de ser madre. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), más del 70% de la población femenina es madre, con estructuras familiares y vínculos afectivos muy diversos.

De hecho, el 52.4% de las madres están casadas, el 18.8% viven en unión libre y cerca del 10% son madres solteras, una cifra similar a la de madres viudas (El Colegio de la Frontera Norte, 2019, según ENOE). Estos datos muestran la amplitud de contextos en los que se ejerce la maternidad, lo que hace necesario que este día trascienda los homenajes superficiales y se convierta en una oportunidad para visibilizar las múltiples realidades que enfrentan quienes asumen este rol.

Este día debería ser una oportunidad para reconocer que la experiencia de ser madre no es homogénea. No se trata solo de un perfil idealizado, sino de historias marcadas por diferentes circunstancias: mujeres solteras, jóvenes, adultas mayores, trabajadoras, adoptivas, amas de casa o aquellas que desafían los modelos tradicionales. Cada una, desde su propio camino, aporta de forma invaluable a la construcción del tejido social. Aceptar esta amplitud de perspectivas es clave para avanzar hacia una sociedad más justa e incluyente, donde la maternidad no signifique renuncia, sino posibilidad de transformación.

Maternidad y transformación social
Más allá de cualquier estereotipo, la experiencia de ser madre tiene un impacto profundamente transformador en la vida individual y en el entorno social. Educar, cuidar, resistir, acompañar y construir comunidad no son acciones pasivas; por el contrario, implican decisiones cotidianas que influyen directamente en el entorno social.

En contextos de desigualdad, violencia o exclusión, asumir la crianza también puede ser una forma de resistencia. Quienes forman y cuidan a las nuevas generaciones, no solo transmiten valores: también los cuestionan y reconfiguran. Su papel trasciende el ámbito privado, extendiéndose a la vida pública, laboral y académica, donde su presencia impulsa cambios urgentes.

Demandar condiciones dignas para estudiar o trabajar siendo madre, como lactarios, licencias equitativas, horarios flexibles o políticas de cuidado compartido, no solo es justo, sino necesario para transformar estructuras históricamente excluyentes. En estos procesos, las madres se convierten en agentes de cambio, generando nuevas formas de conciliación entre el desarrollo personal y el cuidado.

Este compromiso con el cambio y la equidad también debe reflejarse en las instituciones educativas.

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Fuente: Freepik

El compromiso de UNICLA
En la Universidad Contemporánea de las Américas (UNICLA), reconocemos que el cuidado y la formación de nuevas generaciones también es un acto de construcción social. Muchas integrantes de nuestra comunidad universitaria (estudiantes, docentes y personal administrativo) asumen esta tarea con entrega, mientras desarrollan sus proyectos académicos, profesionales y personales.

Como institución comprometida con la equidad, UNICLA promueve una visión plural de las experiencias vinculadas a la crianza y el acompañamiento familiar. A través de la Coordinación Editorial, difundimos contenidos que dignifican esta labor, y desde cada plantel se impulsan entornos respetuosos y empáticos.

Además, trabajamos de forma constante en el diseño de propuestas con perspectiva de género y corresponsabilidad, que favorezcan la conciliación entre el estudio, el trabajo y las tareas de cuidado. Porque creemos que asumir estos roles no debería significar elegir entre caminos, sino contar con el respaldo institucional para recorrerlos todos.

Desde nuestra comunidad universitaria, es fundamental mirar esta realidad con conciencia crítica, respeto y empatía. Reconocer su complejidad es también reconocer la dignidad de quienes, desde distintos espacios, sostienen y transforman nuestra sociedad.

Que esta fecha no sea solo un gesto, sino un compromiso colectivo por una sociedad más justa, donde las mujeres que cuidan y educan no sólo sean celebradas, sino también acompañadas, escuchadas y valoradas. Porque transformar la realidad también comienza en lo cotidiano, y en UNICLA caminamos juntas hacia ese cambio.

Referencias informativas:

Blog en colaboración con: Lic. Carla Martínez Rodríguez.

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Fuente: Freepik