Día Internacional contra el Dengue

Cuadro clínico

Después del período de incubación, la enfermedad comienza y puede desarrollarse en tres fases:

• Fase febril: Se caracteriza por temperatura superior a los 38°C, habitualmente acompañada de cefalea, vómito, mialgia, artralgias y en algunas ocasiones, erupción macular o maculopapular transitoria. Esta fase dura aproximadamente entre 3 y 7 días, tras los cuales el paciente puede recuperarse sin presentar complicaciones.
  Signos de alarma: Pueden presentarse en la última parte de la fase febril e incluyen vómitos persistentes, dolor abdominal intenso, ascitis, hemorragia capilar, disnea, letargo, inquietud, hipotensión postural, hepatomegalia y un aumento progresivo de hematocrito (por ejemplo, hemoconcentración).
• Fase crítica: Puede presentarse al final de la fiebre y generalmente dura de 24 a 48 horas. La mayoría de los pacientes mejora en esta fase; sin embargo, aquellos que sufren una extravasación grave del plasma pueden desarrollar, en pocas horas, derrames pleurales, ascitis, hipoproteinemia, o hemoconcentración, así como signos tempranos de hipotensión que evolucionan rápidamente a choque y manifestaciones hemorrágicas severas como hematemesis, melena y/o menorragia. La permeabilidad vascular se reestablece de 48 a 72 horas.
• Fase de convalecencia: Se caracteriza por una disminución en la extravasación y por la reabsorción de los líquidos extravasados (derrames pleurales y abdominales), con una clara mejora hemodinámica y el inicio de la diuresis.

“La urbanización y el cambio climático han tenido un enorme impacto en la propagación del dengue”. El desplazamiento y la aglomeración de personas en zonas urbanas ha contribuido a la propagación del vector, pero las interrupciones causadas por la COVID-19 también han afectado las medidas de control de los mosquitos y la notificación de casos.

No existe un tratamiento específico para el dengue y la prevención depende del control del vector. Las medidas para frenar los mosquitos incluyen el uso de productos químicos, como insecticidas y repelentes, así como métodos mecánicos para eliminar los lugares de reproducción o proporcionar una barrera, como redes tratadas, mosquiteros en ventanas y ropa protectora.

El uso conjunto de estos métodos puede ser efectivo, pero la participación de las comunidades en su implementación es fundamental para su éxito, especialmente en la eliminación o limpieza de posibles criaderos.