El camino del maestro. Parte I
Autor: José Martín García Campos
Coordinador de Américas Media
No cabe duda que ser profesor, docente, miss, maestro, profe o como usted prefiera
decirles, es una de las experiencias más dulces que nos puede dar la vida. Y con esa aseveración no me limito únicamente a estar frente a los alumnos dentro de un aula, sino que pretendo ampliar la carga significativa y acercarlo más hacia el oficio. El oficio de ser maestro.
A lo que voy, es que no sólo enseña aquel que preparó una clase, también lo hace el que se forjó ante la vida. Caso práctico: el abuelo. Sí, con su amplia experiencia y años de vida,
tiene mucho que decir y más que enseñar, y para eso le tuvo que sufrir; quién sabe cuántos tragos amargos se tuvo que tomar para estar donde está. Qué dicha para los que todavía los tienen y pueden aprender de ellos.
El camino del profesor es similar al del abuelo, te forjas con experiencias, vivencias y compartes lo que aprendes. La diferencia es que aquí tienes muchos nietos.
¿Cómo comienza todo? Para contestar eso les contaré de mi propia experiencia. Un día le comenté a un amigo que quería dar clases, ese amigo trabajaba aquí en la UNICLA y, por azahares del destino, el profesor designado para la materia de Expresión escrita se retiró a mitad del cuatrimestre. Entonces ocurrió la llamada, de un momento a otro me vi frente a ocho personas con los ojos fijos o al menos así lo sentí por los nervios. Me presenté, les hablé de mí y comencé. Después de eso no hubo camino de regreso.
Siempre en mí había existido la chispa de la docencia, muy probablemente porque fue la profesión de mis abuelos y, frente a esos alumnos que ahora son amigos, decidí que era el camino que quería emprender por el resto de mi vida…o bueno, la mayor parte.